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El lugar más dulce

 A tres horas de Bogotá_, en Villa de Leyva_, se encuentra una casona que traslada a sus visitantes a una dimensión paralela y fantástica.

»No hay mal que dure cien años, ni pena que un chocolate no cure». Eso decían las abuelas y su sabiduría tiene un sustento científico: cuando un chocolate se derrite en la boca, el cerebro libera endorfinas y dopamina, hormonas que generan placer, eliminan el dolor y el estrés, y son responsables de activar ese fragmento de la cabeza encargado de emociones como el amor e, incluso, de la adicción (por eso, tanto el amor como el cacao pueden resultar adictivos). Esta es la razón por la cual Mary Luz Parra y Augusto Duplat deciden crear el Museo del Chocolate: para darles felicidad y tranquilidad a sus visitantes.

Mary Luz y Augusto crean un lugar especial que fusiona la gastronomía española y francesa entorno al chocolate, teniendo la capacidad de sacar a las personas de las preocupaciones cotidianas y regalarles una experiencia fuera de lo común. Hace tres años abren en Villa de Leyva y empiezan a idear ese espacio que hoy le hace honor a la siguiente definición de museo: lugar de encuentro de las familias del pueblo con los turistas, en el que se descubren los sabores y saberes ancestrales.

Un viaje en el tiempo

 Al entrar parece un restaurante, pero es mucho más que eso. Y las personas que atienden son mucho más que meseros: son guías que llevan a los visitantes en un recorrido a través de la historia del chocolate. «Lo que sabemos del chocolate se remonta a más de 3.000 años. En el año 600 a.c., los mayas y los aztecas tostaban y molían las semillas del cacao con distintos ingredientes (agua, harina de maíz, miel y chile) y obtenían una bebida que les producía energía y a la vez tranquilidad. Fue en México que el conquistador Hemán Cortés descubrió el cacao que luego transportó hasta España».

A medida que los visitantes avanzan, se encuentran con objetos ilustrativos de la cultura que circunda este producto exquisito: una chocolatera gigante, un bar donde se hacen catas de chocolate con diferentes métodos de filtrado, esculturas de los mayas preparando la bebida, vitrinas y hasta una tienda para llevarse recuerdos tentadores a los que es difícil resistirse.

Una vez en la mesa, los guías gastronómicos continúan: «Después de que el conquistador llevara este producto a la tierra madre, las cortes europeas adoptan este elixir en todas sus formas. Así, el chocolate se convierte en un ingrediente afrodisíaco que se relaciona con el placer y que tiene cualidades medicinales. Al rey Luis XIV y a su esposa María Teresa se les atribuye la transformación gastronómica del cacao para tomar al chocolate de morder como postre. La infanta se hizo célebre con esta frase: ‘Tengo dos pasiones: el rey y el chocolate»‘.

Los visitantes, entonces, reciben el menú: chocolate con ruana (capota de queso fundido sobre el pocillo), chocolate villaleyvano (besos de novia derretidos en chocolate caliente y amargo), fusiones de café y cacao; platos fuertes, como lomo a la mostaza de cacao, cervezas con cacao, mimosas de chocolate y una extensa lista de repostería y chocolatería (trufas, barras)… Una mezcla de sofisticación, tradición e innovación.

La experiencia se completa una vez sirven el plato o la bebida elegidas. El primer bocado o sorbo -en compañía de la luz tenue que atraviesa los vitrales del salón y de la música que ambienta el lugar- sabe a gloria y, entonces, sentimos que, efectivamente, estamos en otro planeta. Uno en el que todo es bienestar.

CROMOS.COM.CO febrero25del2018FOTOS MUSEODELCHOCOLATE

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