Psicólogo chocolate

¿Qué Pasa a nIVEl PSICOlOGICO CUanDO COmEmOS CHOCOlaTE?

Comer chocolate nos produce sensaciones de tranquilidad, felicidad y satisfacción gracias a la producción de triptófano en el cerebro que se relaciona con la serotonina, llamada la hormona de la felicidad, que se encarga de generar placer y controlar el apetito. Por eso, cuando estamos pasando por momentos de angustia, tristeza y shocks traumáticos tenemos antojo de comer chocolate.

Para las mujeres se recomienda comer chocolate en el periodo pre-menstrual o cuando pasan por momentos depresivos, ya que es rico en magnesio y ayuda a controlar el estado de ánimo y las hormonas. Estudios científicos han comprobado que el chocolate tiene un efecto estimulante en el sistema nervioso central similar al de la cafeína, debido a la feniletilamina y las endorfinas que mejoran el ánimo. Su poder estimulante mejora nuestro funcionamiento cognitivo, en la concentración y atención, cuando tenemos jornadas largas de trabajo o estudio.

El chocolate puede animarnos y darnos la fuerza necesaria para asumir los momentos más difíciles que pueda atravesar el ser humano, como la poeta Francine Christophe sobreviviente al Holocausto, que cuenta en un video para el canal HUMAN su historia:

Me llamo Francine Christophe. Nací el 18 de agosto de 1933, año en el que Hitler tomó el poder. Aquí está: es mi estrella. La llevo en el pecho como todos los judíos. Es grande ¿verdad? Sobre todo, en el pecho de una niña, porque tenía 8 años en ese momento.

Sucedió, en mi campo en Bergen-Belsen, algo extraordinario. Recuerdo que éramos los hijos de prisioneros de guerra, por ello, privilegiados. Todos teníamos derecho a llevarnos de Francia una bolsita pequeña con 2 o 3 cosas. Una mujer, llevó un poco de chocolate, otra mujer, un azucarillo; otra mujer, un puñado de arroz; y mi madre había llevado dos onzas de chocolate. Me decía: “lo guardo para el día en el que te vea verdadera y completamente por los suelos, hecha un desastre. Te daré este chocolate y quizás te ayude a que estés mejor”.

Había entre nosotras una mujer deportada mientras estaba embarazada. No se notaba porque estaba tan flaca. Pero el día del parto llegó y fue a la enfermería con mi madre, que era nuestra jefa de barracón. Y antes de irse, mi madre me dice: “¿Te acuerdas que guardo las onzas de chocolate?” Respondí: “si mamá”. Preguntó: “¿Cómo te encuentras?”.

“Bien mamá. Voy tirando”.

“Entonces, si me lo permites, voy a darle este trozo de chocolate a nuestra amiga Hélène, porque pariendo aquí podría quizás morir y si le doy el chocolate quizás le ayude.”

“Sí, mamá, cógelo”.

Hélène dio a luz a un bebé pequeñito y enclenque. Se comió el chocolate, no murió, y volvió al barracón. El bebé no lloró nunca. Nunca. Ni siquiera un gemido. A los 6 meses llegó la liberación. Deshicimos los trapos y el bebé lloró. Fue ahí cuando nació. Lo trajimos a Francia, una cosita de 6 meses minúscula. Hace unos años, mi hija me dijo: “Mamá, si hubierais tenido psicólogos o psiquiatras cuando volvisteis, os habría ido mejor.”

Le dije: “Seguramente, pero no los había y a nadie se le habría ocurrido, incluso si los hubiera. Pero me has dado una buena idea. Voy a dar una conferencia sobre ello”. Organicé una conferencia sobre el tema: “¿Y si hubiera habido psicólogos en 1945, cuando volvimos de los campos, cómo habría sido?”. Acudió mucha gente, veteranos, sobrevivientes, curiosos y muchos psicólogos, psiquiatras y terapeutas. Todos vinieron, muy interesante. Cada uno con sus ideas, fue genial. Vino una mujer y me dijo: “Yo vivo en Marsella, soy psiquiatra, y antes de decírselo, tengo algo que darle a Francine Christophe”, es decir, a mí. Busca en su bolsillo, saca una onza de chocolate, me la da y me dice: “Yo soy el bebé”.

COmE CHOCOlaTE Y SÉ FElIz