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Oompa Loompa

En Villa de Leyva, la fábrica de chocolates de Don Emanuel Chocólatl estaba en pleno auge, y su reputación se extendía por toda la región. Don Emanuel era un apasionado fabricante de chocolates, y su mayor deseo era crear el chocolate más delicioso del mundo, Don Emanuel quería llevar sus chocolates a otro nivel, deseaba tener nuevos sabores para enamorar a todos, pues creía firmemente, que el amor sabe a chocolate.

Mientras tanto, en el lejano Loompalandia, vivían los Oompa-Loompas, criaturas de baja estatura que adoraban los granos de cacao. Se pasaban el día trepando árboles y buscando ingredientes para mezclar con las orugas verdes que constituían su dieta principal. Pero lo que más anhelaban eran los esquivos granos de cacao, que escaseaban en su tierra natal.

Un día, un grupo de Oompa-Loompas decidió emprender una aventura en busca de los apreciados granos de cacao. Llegaron a Villa de Leyva y, tras algunas peripecias, se encontraron con Don Emanuel Chocólatl y su fábrica de chocolates. Don Emanuel, sorprendido por la presencia de estas diminutas criaturas, les preguntó: «¿Qué los trae por aquí, amigos Oompa-Loompas?»

Uno de los Oompa-Loompas, que era el jefer de la tribu, respondió: «¡Señor Chocólatl! Venimos en busca de los codiciados granos de cacao que tanto anhelamos en Loompalandia. Sabemos que aquí los tienes en abundancia, y estábamos dispuestos a hacer un trueque.»

Don Emanuel Chocólatl sonrió y dijo: «¡Por supuesto, podemos hacer un trueque! Pueden obtener todos los granos de cacao que deseen. ¡Tengo montañas de ellos en mis almacenes! ¡Pueden comer granos de cacao en todas las comidas! Y también pueden comer chocolate. El chocolate tiene aún mejor sabor que los granos de cacao, porque lleva leche y azúcar. Yo les daré granos de cacao, pero a cambio, necesito algo de su conocimiento en la fabricación de chocolates. ¿Qué dicen?»

Los Oompa-Loompas aceptaron encantados, y comenzaron a trabajar en la fábrica de Don Emanuel. Pronto, sus canciones alegres y sus bailes extravagantes llenaron el lugar de alegría y risas. Pero había un pequeño problema: los Oompa-Loompas eran tan bajitos que tenían dificultades para alcanzar los ingredientes en los estantes más altos.

Un día, mientras intentaban llegar a un saco de azúcar en lo alto de una estantería, uno de los Oompa-Loompas se subió a hombros de otro. Pero justo en ese momento, Don Emanuel Chocólatl entró en la sala y exclamó: «¡Vaya, vaya! Parece que están montando una torre de Oompa-Loompas para alcanzar el azúcar.»

Los Oompa-Loompas, sin perder el ritmo de su baile, respondieron: «¡Así es, señor Chocólatl! Estamos llevando la fabricación de chocolates a nuevas alturas, literalmente.»

Don Emanuel se rió a carcajadas y, desde ese día, hizo instalar estanterías más bajas para que los Oompa-Loompas pudieran trabajar con mayor comodidad. Juntos, crearon los chocolates más deliciosos que jamás se hubieran probado y, al final, tanto los Oompa-Loompas como Don Emanuel Chocólatl vivieron felices y con sus estómagos llenos de chocolate.